martes, 5 de octubre de 2010

¿Quién era Luis Carlos?



Estos días muchos de vosotros me habéis preguntado cómo era Luis Carlos, el reportero gráfico asesinado. A sus 21 años. La mejor respuesta está en este texto que hoy comparte con nosotros Gustavo de la Rosa, padre de Alejo, el chico que prestó su carro para que su mejor amigo Luis Carlos fuera a comer. Y encontró la muerte.

Gustavo -al que tengo el enorme honor de conocer desde hace 14 años-, es una de esas personas mágicas de Juaritos, que han hecho que esta ciudad me atrape. Está amenazado de muerte. Por hacer su trabajo. Por denunciar a los policías federales y soldados corruptos, que hacen desaparecer a la población, la torturan y la asesinan.

Es el visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, destinado a la Operación Coordinada Chihuahua (la versión local de la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón apoyado con el Ejército y la Policía Federal).

No tolera la injusticia. Y seguirá haciendo su trabajo. Aunque sabe que quizá esas balas iban para su hijo.

-"Gustavo te van a matar, cuídate mucho por favor", le dije al saber que el carro era el de su hijo.

-"Gracias por tu solidaridad. Voy a seguir haciendo mi trabajo. Alguien tiene que hacerlo".

Gustavo está custodiado por 2 unidades de la Policía Federal, por 12 federales. Desde que salió huyendo de la muerte hace un año, duerme en El Paso (Tejas) pero todas las mañanas llega a Ciudad Juárez, donde encuentra su vida en la muerte constante.
La Secretaría de Gobernación (Segob), con información de la Procuraduría del estado de Chihuahua, anuncia que el motivo del asesinato de nuestro colega fue por motivos personales.
No soy criminóloga. Ni agente del ministerio público para investigar. Esperemos que esta no sea una táctica más del gobierno para silenciar la justicia.

Porque con esta respuesta de la Segob -sin haber tenido ni el mínimo tiempo de investigar y responder con una investigación profunda- todos los periodistas en México estamos en riesgo de ser asesinados por conflictos personales.

Os dejo con el texto de Gustavo, al que podéis ver en la foto. Y con los muertitos. Este lunes 20 de septiembre tuvimos 7 asesinatos más en Juaritos, de personas anónimas que nunca tendrán ni un segundo de reflexión en un medio informativo. Son las cifras del dolor agonizante de una ciudad: 193 en lo que llevamos del mes, 2.233 en este año y 6.600 desde enero del 2008. Por ahora.


LUIS CARLOS
Por Gustavo de la Rosa

No recuerdo en que momento empezó a aparecerse por la granja donde vivíamos en San Agustín, su familiaridad con mi hijo era tanta que me resulta difícil recordarlo cuando llegó como me es difícil recordar cuando vi llover por primera vez.
Lo que siempre me sorprendió de su personalidad era su extraña madurez para un joven que apenas pasaba los 15 ó 16 años -había quedado huérfano de madre a los 5-: a la edad en que todos los muchachos tienen la tentación de tomar su primer cerveza y en la cual los padres negociamos con ellos que se la tomen en la casa en lugar de algún bar clandestino.

Luis Carlos era abstemio. Es difícil reconocer para un padre que el líder de el grupo de nuestros hijos no es el más querido, sino el más cuerdo y decidido en una edad en la cual la cordura y la decisión no abundan.

Primero era un grupo muy grande de muchachos y niñas, la mayoría de ellos involucrados en la publicación de una revista de caricaturas japonesas y organizacion de congresos y conferencias de Animé combinada con retos y duelos de juegos digitales.

Luis Carlos era francotirador, pues nunca se integró a ningún equipo pero siempre estaba presente ayudando y embromando a los demás, tenía una gran habilidad manual y pensamientos espirituales no sacros insistía en el contenido mítico trascendental del número tres y todo lo hacía por tres o tres veces o tres objetos similares.
Pero como a todos nos pasó, el grupo se fue desgranando, y al final ya para los 18 años de edad se habían acuerpado un pequeño equipo de 4 de ellos en torno a Luis Carlos, fue cuando descubrí que era el menor de todos ellos (un año).
Los otros 3 también son muchachos de excepción, por su cultura, la afición por la lectura, sus conocimientos de computación, dominio inglés, su lealtad entre ellos, y la austeridad de licor y ausencia de estimulantes en sus reuniones.

Dos de ellos trabajan en maquiladoras, aprovechando sus habilidades son ocupados en los llamados "call centers".

Los otros dos trabajaban en El Diario. Ahora sólo uno .

Uno estudia sistemas, el otro literatura. El otro terminó preparatoria y esperamos que continúe.

Cuando se declaró la guerra, se les trozó la alegría. Apenas pasaban los 18 años, a los primeros sustos abandonaran las visitas a bares y salones de encuentro con las chicas, después de la masacre de Salvárcar se acabaron las reuniones en casa.

Con mi destierro se les cerró la granja y ahora sólo se ven en cafés y de día.

Luis Carlos decidió casarse (por unión libre) con Jessica y fue recibido en la casa de su padre en el fondo del jardín y su mundo se redujo a sus otros tres amigos y su mujer.

Como todos los jóvenes en esa edad, se preguntaban qué hacer con su vida y en estas condiciones.
Ya no bastaba ser listo, tener habilidades modernas o estudiar, si no que frecuentemente me preguntaban, ¿Cuándo se va a acabar esto? ¿Qué vamos a hacer?

Se dejaban crecer el pelo, se lo cortaban a rape, se disfrazaban de cosa, se vestían con ropa decente, no hallaban su lugar, en fin el mundo de ciudad Juárez es muy difícil para ellos.

Entonces mi hijo fue aceptado para hacer su servicio social en El Diario, y como si alguien les hubiera prendido una luz, encontraron el camino buscado: el periodismo.

Luis Carlos de inmediato pidió trabajo como practicante de fotografía y entre ellos consiguieron una parte del dinero para que tuviera su cámara, yo le presté (a fondo perdido) el faltante.

Los dos mi hijo y Luis Carlos encontraron un mundo nuevo, "el gremio" nuevos amigos-maestros.
Desde entonces se estableció una relación profesional entre nosotros, él era fotógrafo de un Diario y yo un funcionario. Iba a las entrevistas y a las conferencias de prensa y nunca hizo evidente nuestra familiaridad, si hacía una pregunta las hacía con toda distancia, siempre se situaba hasta atrás porque era muy alto ( más de 1.90 de estatura) y era cortés con sus compañeros.

Lo vi hace unos días. Estaba feliz: se quedaba de fijo en El Diario.
“Ya pronto seré fotógrafo profesional”, me anunció presumiendo.
¿Profesional? le cuestioné. “Para eso te falta mucho Luis Carlos", y presto me rezongó: “Caray a usted uno nunca le da gusto, ya está amargado por los años” y se fue haciendo renegar a mi nieto.

Creo que fue la última vez que lo vi con vida.
A la siguiente conferencia de prensa no asistió: fue acerca de su asesinato.

Fuente:http://juarezenlasombra.blogspot.com/

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