domingo, 2 de noviembre de 2008

Aún no son los comicios y en EU ya hay quejas del padrón y acusaciones de fraude.

■ Preocupación ante un sistema electoral defectuoso y vulnerable, señalan expertos
■ Hasta la fecha nadie puede confirmar el conteo real de votos de las dos presidenciales pasadas
David Brooks (Corresponsal)/La Jornada/ 31 de octubre de 2008

Nueva York, 30 de octubre.
¡Fraude! Y ni han transcurrido las elecciones.

Aun antes del día oficial de los comicios generales ya hay quejas por defectos en el proceso electoral y acusaciones de fraude y manipulación en este país que insiste en presentarse como “el modelo” de las democracias modernas.

Investigaciones federales sobre manipulación del proceso de empadronamiento, demandas legales por el padrón, y advertencias de intentos para suprimir el voto en varias regiones, entre otras quejas, se registran ya en varios estados que serán claves en la elección. No sorprende que la mayoría –58 por ciento según una encuesta de CNN– duda si los votos serán emitidos y contados de manera confiable.

Depositar una boleta en una urna es supuestamente el acto de ciudadanía más sagrado y que define la existencia de una democracia. Hoy en Estados Unidos pocos confían en que el sistema electoral registra de manera precisa la voluntad del pueblo. No hay garantía de que cada ciudadano tenga acceso pleno a las urnas ni que al salir de una casilla su voto quede correctamente registrado, y esos defectos no incluyen las manipulaciones del voto, incluido el fraude.

Las dos elecciones presidenciales pasadas fueron manchadas de fraude, manipulación del voto y hasta la fecha nadie puede confirmar el conteo real. Por ello, prevalece la preocupación de que el sistema electoral no funciona, y que el proceso es defectuoso y vulnerable. Es un sistema que nunca ha sido reparado a pesar de que todos saben que está descompuesto.

La ausencia de reglamentos federales y sobre todo de una autoridad electoral, como un tribunal especializado, para supervisar las elecciones a nivel nacional, no mejora las cosas. Peor aún, en los hechos, la elección nacional para presidente se realiza como si fueran 51 procesos electorales simultáneos (en cada uno de los estados más la capital), cada uno con sus propias reglas y autoridades, las cuales son partidistas y no neutrales.

La experiencia del conteo de la elección de 2000 provocó la promulgación de una ley en 2002 para resolver estos problemas, otorgando casi 4 mil millones de dólares en fondos federales para que los gobiernos estatales adquirieran máquinas de votación electrónicas. Pero en 2004 se detectaron serios problemas con miles de las nuevas máquinas, algunas de las cuales aparentemente cambiaron el voto emitido o lo anularon, y se comprobó, por expertos cibernéticos, que eran vulnerables a manipulación electrónica y se podía registrar o cambiar miles de votos. Muchas de estas máquinas no ofrecían un registro del voto en papel.

Ahora, expertos han propuesto regresar a las viejas prácticas de votar en boletas de papel, y no en pantallas electrónicas. Decenas de miles de máquinas electorales recién compradas ya han sido tiradas a la basura en Florida y otros estados, y la mayoría de los ciudadanos este año votarán de nuevo en boletas de papel.

Estos problemas podrían ser aún mayores, ya que se espera un nivel de participación electoral sin precedente en tiempos modernos, algo que podría poner enorme presión a un sistema ya de por sí vulnerable y defectuoso.

Las denuncias de manipulación del padrón y fraude ya se han registrado en varios estados, desde Michigan a Nevada, Wisconsin y Montana, entre otros. Hay casos de verdaderas muestras de ineptitud, como el famoso en Mississippi, donde en marzo una funcionaria electoral purgó más de 10 mil votantes del padrón, por error.

Más preocupantes son las iniciativas estatales promovidas generalmente por republicanos para imponer mayores requisitos para votar, donde un elector tiene que comprobar exactamente su identidad tal como está en el padrón, en lo que se critica como un intento de suprimir el voto.

Recientemente, el New York Times reportó que en los intentos de gobiernos estatales por modernizar sus bancos de datos del padrón, podrían haberse “purgado” decenas de miles de nombres en seis estados considerados claves en esta elección (Colorado, Indiana, Ohio, Michigan, Nevada y Carolina del Norte), en lo que sería una violación de la ley federal. De hecho, podrían ser cientos de miles, tal vez millones, los afectados por este caso, por ejemplo, en Wisconsin, 22 por ciento de los empadronados tenía errores en la manera en que estaban registrados, reportó la revista Time.

Muchos consideran que la reciente acusación del candidato republicano John McCain de que la agrupación comunitaria nacional ACORN “tal vez está al borde de realizar uno de los fraudes más grandes en la historia electoral en este país, tal vez destruyendo el tejido de la democracia”, como un intento de promover tanto el temor y la desconfianza, como para empezar a descalificar resultados que podrían serle adversos.

ACORN, vieja agrupación dedicada a la organización comunitaria en zonas marginadas y de bajos ingresos que generalmente son terreno demócrata, realizó una campaña de empadronamiento y reconoció que 30 por ciento de los 1.3 millones de nuevos empadronados que obtuvo, tenían fallas en su registro. El Partido Republicano ha convertido esto en un complot de los demócratas para promover el fraude electoral y “robarse” la elección, al vincular a la organización con el propio candidato demócrata Barack Obama.

El hecho es que siempre hay un alto número de fallas en estos actos masivos, y expertos electorales dicen que el proceso de empadronamiento tiene un efecto casi nulo en las casillas. El objetivo de los republicanos, dicen críticos, es promover confusión, dudas y las bases legales para cuestionar los resultados después de las elecciones, o sea retar un triunfo de Obama.

Los fraudes recientes no se han realizado por votantes en las casillas. Para expertos como el profesor Mark Crispin Miller, de la Universidad de Nueva York, el fraude el día de las elecciones no se lleva a cabo de la forma primitiva al intentar rellenar urnas y lograr que alguien vote varias veces, sino el fraude se comete electrónicamente.

En Ohio, en 2004, esto se logró de manera cibernética, documenta en su libro Loser Take All: Election Fraud and the Subversion of Democracy, por medio de programas que cambian los resultados en las computadoras donde se registran los conteos de cada casilla.

También hay los trucos de siempre para suprimir o manipular la votación. Volantes distribuidos en zonas demócratas informando a los ciudadanos que el voto es el miércoles y no el martes 4 de noviembre, llamadas telefónicas generando confusión o hasta intimidación (que la ubicación de las casillas ha cambiado, que podría ser detenido al votar si tiene alguna violación legal en su historial, etcétera), y la difusión de rumores sobre nuevos requisitos para votar, entre otros.

Vale recordar que los demócratas no son santos, y tienen una larga historia de emplear algunas de estas tácticas para manipular el voto. Todo indica que uno de los grandes héroes del Partido Demócrata, John F. Kennedy, llegó a la Casa Blanca en parte gracias a un fraude electoral en un par de lugares.

O sea, el ejercicio electoral aquí enfrenta operaciones para suprimir el voto, intentos para evitar o reducir la participación (las purgas o cuestionamientos en el padrón), descalificación de miles de votantes legítimos, máquinas que no registran el voto y el fraude electrónico en el conteo. La democracia parece ser una consideración secundaria.

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Al respecto un botón de muestra:

Hacking Democracy (2006)U.K.
Duración: 82 min.
Dirección: Simon Ardizzone y Russell Michaels.
Subtítulos en español.

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