sábado, 18 de octubre de 2008

Alborada

Sergio Aguayo Quezada
saguayo@colmex.mx
Reforma/15 de octubre de 2008.

Se esfumó la santidad de los mercados. Regresa victoriosa la función reguladoradel Estado. Estamos en la alborada de un nuevo ciclo de la historia que obliga a repensar e imaginar paradigmas.
México la tiene triplemente difícil. La hecatombe financiera y económica universal impactará una actividad económica distorsionada por las desigualdades.
Habrá menos empleos y subirán los precios y seguirá cerrándose la "válvula de seguridad" estadounidense y migrarán menos y regresarán más mexicanos y bajarán esas remesas que mitigan la miseria rural y urbana. Como el aparato de seguridad continúa sumido en el desorden y la ineficiencia, el crimen organizado seguirá con su marcha triunfal mientras los ciudadanos observamos con impotencia y rabia el auge de los robos, los secuestros y las ejecuciones. En el frente político los mil y un agravios inyectan de energía a una conflictividad que se extiende y multiplica.
Al Estado corresponde pensar en el interés general. La mala noticia es que el mexicano está profundamente debilitado por las imposiciones de fuera y los errores de dentro. En ese marco debe admitirse que el plan de emergencia anunciado por Felipe Calderón reconoce los nuevos tiempos y se aleja de la ortodoxia de los recortes y del déficit cero. Enfrenta la crisis anunciando incrementos en el gasto en infraestructura y para financiarlo recurre al endeudamiento (como en los viejos tiempos): solicitará 5 mil millones de dólares a Estados Unidos y a los organismos financieros internacionales y planea incrementar la deuda interna hasta por 380 mil millones de pesos (Gaceta Parlamentaria, 9 octubre del 2008).
La determinación contagió al secretario de Hacienda, Agustín Carstens, quien utilizó un lenguaje poco común para aclarar, desde Washington, que el asalto al peso de la semana pasada tuvo poco que ver con el entorno mundial o con las debilidades de nuestra economía; fue el resultado de las "operaciones especulativas de un grupo de empresas nacionales para obtener utilidades". Desde que dio el anuncio han ido filtrándose los nombres de las empresas mexicanas y se nos promete el esclarecimiento y castigo de las ilegalidades. Imposible saber cuán auténtica es la vocación justiciera del calderonismo pero a lo mejor y quién quita veremos el espectáculo inédito de que se castiga a algunos saqueadores.
En el extremo opuesto está Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México (Banxico), quien nos regaló dos explicaciones con aroma de naftalina. Primero se disculpó con el infantil argumento de que la devaluación de la semana pasada "brincó por donde menos esperábamos" -se refería a la especulación hecha por Comercial Mexicana. Difícil tragarse esa hostia de ingenuidad porque don Guillermo fue uno de los Arcángeles del Fobaproa y desde las alturas y las entrañas observó de primera mano la vocación por el saqueo y la ganancia fácil. Cerró su justificación con un razonamiento orgullosamente mexicano: "estamos en medio de un torbellino internacional, ni modo" (La Jornada, 13 de octubre del 2008). Resulta inconcebible la disculpa y el fatalismo en ese "ni modo" de quien tiene a su cargo las finanzas nacionales.
El Legislativo también forma parte del Estado y el momento es ideal para que diputados y senadores se sacudan su bien ganada fama de mediocres. Los diputados tienen en las manos el Presupuesto de Egresos de la Federación de
2009. Será el último que aprobará esta legislatura y podrían aprovechar la oportunidad para lanzarse contra los gastos superfluos. Tienen de donde cortar: salarios excesivos para la alta burocracia; costosas campañas de autopromoción; revisión de los gastos y privilegios fiscales... Lo ahorrado podrían dedicarlo a la creación de empleos temporales.
Otra medida de beneficio general sería un ataque frontal a las abusivas comisiones cobradas por la banca comercial (la senadora priista María de los Ángeles Moreno ha estado empujando ese tema). Es inconcebible tanta pasividad oficial cuando pagamos hasta un 200 o 300 por ciento más de lo que cargan los mismos bancos en Estados Unidos y España. ¿Y qué decir de los intereses de las tarjetas de crédito? En la actualidad cobran más del 80 por ciento anual (un incremento de 15 por ciento durante el último año). Eso se llama saqueo. Estaría finalmente la urgencia de que el Congreso revise la normatividad relacionada con la transparencia y la rendición de cuentas del sector financiero, adecuándola a las nuevas realidades globales. Es imperativo prevenir casos como el de Comercial Mexicana que manipuló contablemente sus operaciones. Los gobiernos de las entidades federativas y de los municipios deberían también comprometerse con la atención de los revolcados por la historia y la crisis. Un ejemplo sería el programa del gobierno del Distrito Federal para crear sociedades cooperativas. Uno de los proyectos es la venta de garrafones de agua potable a precios reales. Fue anunciado en mayo del 2007 y tiene un esquema sencillísimo. Al Sistema de Aguas del Distrito Federal le costaba 40 centavos llenar un garrafón de 19 litros; lo vendía a 60 centavos a cooperativas que a su vez lo comercializaban por 3 pesos (este año aumentó a 4 pesos). Empresas privadas venden la misma cantidad de agua casi 10 veces más cara (más de 30 pesos). Para algunos lectores ese tipo de medidas son inaceptables por populistas. La condena ya carece de contenido si se piensa en la forma en que los gobiernos de los países industrializados están interviniendo para defender a los suyos. Vivimos el ocaso de una forma de capitalismo impuesto por Estados Unidos a países como el nuestro. La hecatombe financiera está demostrando el riesgo de confiar ciegamente en las fuerzas del mercado. Iniciamos una etapa en la cual se revalora y aprecia la intervención gubernamental responsable.
Una aclaración es pertinente. No propongo la estatización de la economía, la sociedad y la cultura. La historia demuestra que una democracia sustentable es la que cuenta con un Estado capaz y dispuesto a contener los excesos del capitalismo salvaje, promover la competencia, atender a los más débiles y preocuparse por el medio ambiente. Un último ingrediente -indispensable por cierto- es la participación social que se antoja difícil cuando el impulso es al atrincheramiento. Es un tema tan fundamental que lo abordaré en una entrega posterior.
Agradezco a Alberto Serdán Rosales su colaboración para esta columna.
Correo electrónico: saguayo@colmex.mx

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